De entre los múltiples usos de la almendra es quizá el turrón el más importante y conocido. A continuación describimos brevemente su historia.
En un estudio realizado por el erudito jijonenco Fernando Galiana, éste especifica que los árabes llaman al actual turrón, alajun y los cristianos, jalba.
Durante la reconquista se divulga el consumo de algo semejante al turrón, sobre todo en el área levantina y, según parece, los etimólogos apuntan que la palabra turrón proviene del vocablo torrat: una mezcla compuesta de miel y frutos secos, que se ponía directamente al fuego hasta conseguir una masa consistente, fácilmente manejable. En ciertos documentos catalanes fechados en el siglo XI, aparece esta palabra junto a otras como bunboils (buñuelos) o nougat (equivalencia francesa al turrón), pudiéndose asegurar que en el año 1200 era conocido el producto por ese nombre, y en el 1300 ya era utilizada su denominación con normalidad.
A partir del año 1100, la elaboración del turrón fue complemento a la economía familiar de los agricultores que comercializaban almendras.
Desde entonces, siempre han existido familias que en épocas navideñas vendían sus productos lejos de sus hogares. Esto nos traslada de Girona a Alicante, puerto comercial construido en torno a una bahía que fundaran los fenicios en el año 200 a.c.
Dicen los entendidos que en el Alicante del siglo XIV había una total libertad para ejercer cualquier trabajo y es, precisamente en esta época, cuando se organizan y asientan las agrupaciones profesionales. Por aquel entonces, existía una competencia entre turronero, propiamente dichos, y aquellos que no disponían de obrador, pero que vendían turrón como si lo fueran. Consecuencia de este pequeño rifirrafe entre obradores de Alicante, los de Jijona sacaron partido. La situación geográfica de la ciudad, cuyos accesos complicaban las inspecciones que imponía el poderoso gremio valenciano a los turroneros alicantinos, propició una disminución de la venta en beneficio de los jijonenses.